La gestión por resultado es parte de un plan estratégico conjunto, preciso, conocido de antemano y bien definido en el tiempo que conduzca a unos resultados realistas, posibles de alcanzar en el periodo de tiempo establecido. A partir de este plan estratégico, que define los objetivos generales, se estructuran las responsabilidades a través de toda la organización, definiendo objetivos específicos para cada departamento, sección e, incluso, para cada empleado.
La gestión por resultados, por tanto, ha de definir unos objetivos cuyos resultados tengan una clara conexión en cascada con el organigrama de la empresa. Un sistema de gestión por resultados para ser eficaz ha de partir de objetivos válidos para conducir a los resultados propuestos. En este sentido se acuñó el término SMART para definir las características que un objetivo debe cumplir (cada letra del término corresponde con la inicial en inglés de cada una de estas características):
Entre las ventajas de un sistema de gestión por resultados, cabe destacar: la garantía de que los administradores planifican, organizan y controlan su gestión, haciéndola más eficaz; el compromiso del empleado y la mayor eficacia y retribución del empleado que sabe exactamente cuál es su trabajo.
Las desventajas provienen de un sistema de gestión por resultados deficiente. Un error habitual es que no todos los estamentos de la empresa estén implicados en su implantación. También es frecuente que no se dediquen los recursos necesarios ni para la elaboración de la documentación ni para su explicación.
Por último, objetivos demasiado centrados en el corto plazo pueden limitar el éxito de una gestión por resultados.